El (Los) sur : campos de lo imaginario. Mi Norte es el Sur
Le(s) Sud(s) : champs de l'imaginaire. Le Sud c'est notre Nord
Mabel Franzone, Alejandro Ruidrejo (dir.)
M@gm@ vol.8 n.3 Settembre-Dicembre 2010
VISIBILIDAD Y MIRADAS: REFLEXIONES ACERCA DE LOS PROCESOS DE TECNOLOGIZACIÓN EN LA ERA INFORMACIONAL Y SU IMPACTO EN EL IMAGINARIO
Ana Claudia García
ana-g@arnet.com.ar
Lic. en Artes y Mgter. en Historia
del Arte Profesora Universidad Nacional de Tucumán.
Enunciar que las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC)
han irrumpido en todas las esferas de la cultura resulta,
actualmente, casi una perogrullada. Por el contrario, no parecieran
tan simples de comprender los distintos modos, formas y condiciones
en que estas tecnologías han logrado penetrar en los intersticios
de la cultura e instalarse en las hendiduras del arte.
Este ensayo intenta pensar y someter a debate ciertas posiciones
respecto de la irrupción de las NTIC en el campo del arte
contemporáneo latinoamericano. La hipótesis general que lo
atraviesa parte de la siguiente proposición: los discursos
y las prácticas artísticas locales desarrolladas a partir
de los años ‘90, entre ellas las prácticas videográficas,
han producido sus propias diferencias. En consonancia con
ello se intentará demostrar que, al presente, y dentro del
marco general de las videoculturas digitales y de la sociedad
informacional, las operaciones artísticas finiseculares insisten
en re-inventar modos de apropiación de las máquinas de visión,
audición y procesamiento automático de la información. Se
contemplarán, por ende, algunas de estas praxis diferenciales
pues serán las encargadas de colocar en constante jaque al
régimen de visibilidad y al nuevo sensorium producto de las
tecnoculturas digitales. Este asedio al régimen de visibilidad
por parte de algunos artistas pondrá en discusión, en el mismo
movimiento, conceptos relativos a la imagen y a la iconidad
en el arte, cuestionando al arte mismo como sistema de representación.
Cebe acotar, por último, que las proposiciones aquí vertidas
registran solidaridades interpretativas con la de otros autores,
y no podría ser de otra manera, aunque tienden a profundizar
y poner en evidencia un horizonte de contraste entre escenas
distintas y contextos de producción diversos. Apelaré a ejemplos
que, considero, ayudarán a comprender el estado de cosas.
Convergencia tecnológica / Divergencias y desvíos
en el imaginario
Entre las teorías finiseculares que circulan en los ámbitos
intelectuales y académicos, dos de ellas son las que mejor
me asisten para analizar el tema de la propagación de las
NTIC en el mundo contemporáneo. Una, es la enunciada por el
sociólogo Manuel Castells en relación a la revolución informacional
[1]. La otra, refiere a
cómo pensar la cultura localizada en el tiempo y en el espacio
en tanto no lugar de la contemporaneidad, propuesta por el
etnólogo y antropólogo Marc Augé [2].
Ambas teorías permiten abordar el tema de los cambios acelerados
y sustanciales que ha sufrido la humanidad producto de un
avance tecnológico singular que ha modificado nuestro modo
de hacer lazo con el mundo.
Es necesario aclarar que, desde el punto de vista historiográfico,
el concepto de penetración de las revoluciones, en este caso
tecnocientífica, no pretende dar cuenta de una fuente exógena
de impacto sino de una aptitud - propia de este proceso- para
hilvanar los hilos de una red (o los bulbos de un rizoma,
para usar una metáfora deleuziana) donde se articula lo social
en el mundo contemporáneo.
Ahora bien, haciendo una síntesis más que apretada de la tesis
de Castells, se puede decir que en ella se sostiene, principalmente,
que la base material de la sociedad está siendo modificada
a un ritmo acelerado, y que esta modificación se produce por
“una revolución tecnológica centrada en torno a las tecnologías
de la información y de la comunicación”. Se señala, al mismo
tiempo, que los cambios sociales en la contemporaneidad “son
tan espectaculares como los procesos de transformación tecnológicos
y económicos”. En relación a estas dos cuestiones, Castells
propone que “todas las tendencias de cambio que constituyen
nuestro nuevo y confuso mundo están emparentadas y podemos
sacar sentido de su interrelación” [3].
Puntualizaré uno de esos sentidos. Esta revolución tecnológica
es una revolución stricto sensu, que se desarrolla en un intervalo
de tiempo específico: el último cuarto del siglo XX, y en
un lugar determinado: la costa oeste norteamericana, expandiéndose
desde allí al resto del mundo. En tanto acontecimiento, este
hecho es revolucionario porque “es introductor de una discontinuidad
en la base material de la economía, la sociedad y la cultura”
propiciando cambios radicales en el continuum social que afectan
todos los ámbitos de la cultura [4].
El núcleo de la transformación que estamos experimentando
en la revolución en curso –a decir de Castells- remite a las
tecnologías de procesamiento de la información y de la comunicación,
y se caracteriza por la convergencia de tecnologías específicas
en un sistema altamente integrado, por la capacidad del sistema
de ser flexible para reconfigurarse y reprogramarse, por la
lógica de interconexión de todo el sistema (tecnocientífico,
tecnoeconómico y sociotécnico) y por su interacción en red.
De ahí, insisto, que este proceso revolucionario tiene la
capacidad de ir hilvanando y eslabonando todos los otros procesos
sociales contemporáneos.
Sociología y economía se juntan, en la precisión de Castells,
para definir qué se entiende y qué se incluye cuando se habla
de tecnologías de la información,
“[…] como todo el mundo, el conjunto convergente de tecnologías
de la microelectrónica, la informática (máquinas y software),
las telecomunicaciones/ televisión/radio y la optoelectrónica.
Además, a diferencia de algunos analistas, también incluyo
en el ámbito de las tecnologías de la información la ingeniería
genética y su conjunto de desarrollos y aplicaciones en expansión”.
[5] (Las cursivas son del
autor)
Castells justifica la inclusión de la ingeniería genética
no sólo por la ‘codificación, manipulación y reprogramación
final de los códigos de la materia viva’, sino también –y
esto me interesa destacar- porque en la década de 1990 ‘la
biología, la electrónica y la informática parecen estar convergiendo
e interactuando en sus aplicaciones, en sus materiales y,
lo que es más fundamental, en su planteamiento conceptual”
[6].
¿Por qué es importante destacar estas convergencias? Por varios
motivos. Porque son puntos relevantes en la investigación
científica y tecnológica del último cuarto del siglo XX; porque,
además, son las áreas de innovación tecnológicas que configuran
el núcleo del nuevo paradigma de la información; por último,
porque el planteamiento conceptual en el que convergen es
muestra clara de la interdependencia mutua en los últimos
veinticinco años entre el conocimiento científico y el conocimiento
tecnológico en el área de las tecnologías de la información.
Ahora bien, comprender la lógica que regula este nuevo paradigma
sociotécnico no sólo permite analizar las zonas integradas
y articuladas globalmente por el flujo acelerado de información
-que circula por distintos canales de comunicación- sino,
además, visualizar las zonas de exclusión en tanto verdaderos
agujeros negros de pobreza y atraso que en primera y última
instancia evidencian las paradojas de la sociedad informacional.
Frente a esta situación paradójica Marc Augé, por su parte,
ha sabido interpretar desde la antropología las transformaciones
aceleradas de este mundo informatizado e interconectado globalmente,
prestando particular atención a tres modalidades de exceso
que caracterizarían una situación que él denomina de “sobremodernidad”
y que definiría la configuración del mundo actual. Para este
autor las tres figuras del exceso son: el tiempo, el espacio
y la individualidad, y les corresponden a la vez, el exceso
de información, el exceso de imágenes y el exceso de individualismo
(exceso de ego).
Desde esta perspectiva analítica, la dificultad de pensar
el tiempo se debe, entonces, a “la superabundancia de acontecimientos
del mundo contemporáneo, no al derrumbe de una idea de progreso
desde hace largo tiempo deteriorada”. Y más específicamente,
esta dificultad de pensar el tiempo se vincula a la superabundancia
de información sobre los acontecimientos. El exceso de información
nos da la sensación –dice Augé- de que la historia se acelera:
nos pisa los talones. La segunda transformación acelerada,
y segunda figura del exceso, corresponde al espacio. De ella,
Augé manifiesta que el exceso de espacio es paradójicamente
correlativo al del achicamiento del planeta. Esta concepción
de “superabundancia espacial del presente” se expresa en “los
cambios en escala, en la multiplicación de las referencias
imaginadas e imaginarias y en la espectacular aceleración
de los medios de transporte y conduce concretamente a modificaciones
físicas considerables: concentraciones urbanas, traslado de
poblaciones y multiplicación de lo que llamaríamos los ‘no
lugares’ por oposición al concepto sociológico de lugar […]
el de cultura localizada en el tiempo y en el espacio” [7].
La tercera figura del exceso con la que se podría definir
la sobremodernidad es, para Augé, la figura del ego: la individualización
de las referencias. Es decir, en el contexto de la sobremodernidad
la antropología contemporánea se plantea cómo pensar y situar
al individuo. Según Augé, “en las sociedades occidentales,
por lo menos, el individuo se cree mundo”, o dicho con otras
palabras, “cree interpretar para y por sí mismo las informaciones
que se le entregan”. Se trata, en definitiva, de una “individualización
pasiva” o individualización de consumidores cuya aparición
tiene que ver sin ninguna duda con el desarrollo de los medios
de comunicación y con las nuevas tecnologías [8].
Resumiendo, una de las causas por las que cambian las interacciones
sociales y organizativas en la contemporaneidad es porque
los usos del tiempo y del espacio han devenido diferenciados
y diferenciadores, en el sentido de que la globalización operada
por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación
ha permitido una compresión del espacio/tiempo [9].
En este punto es importante tener presente que si bien en
la era informacional los procesos de tecnologización e interacción
social y organizativa son procesos abarcadores y se manifiestan
a escalas globales carecen de unidad de efecto. Esto quiere
decir que los efectos no son homogeneizantes, como algunos
sostienen, sino más bien asimétricos y heterogéneos; que dividen
en la misma medida en que unen, que conectan a la vez que
marginan e inmovilizan, condenando a muchos sujetos (los indigentes,
los extranjeros a la tecnología, los no-cibernéticos, los
refugiados, entre otros) a quedar anclados fuera del sistema
y sin mayores opciones: desconectados o caídos del sistema
–para usar una metáfora informática.
Ahora bien, este recorte interpretativo permite no sólo explicar
brevemente un contexto situacional (¿global?) a partir de
un mínimo epistemológico, sino también da permiso a pensar
que estos procesos sociotécnicos -con efectos asimétricos,
heterogéneos y multidimensionales- no determinan pero si modelan
las prácticas sociales, por ende, el imaginario. La innovación
tecnológica no es sólo consecuencia de los usos y de las demandas
que hace la ciencia, sino también de la demanda, los usos
y los límites que la sociedad impone a la tecnología, un ejemplo
elocuente es Internet. Resultaría ingenuo asumir, entonces,
que frente a este estado de situación, los artistas quedarían
excluidos de intervenir, incluso de pensar, sobre dichos procesos.
Por el contrario, las poéticas tecnológicas desarrolladas
por algunos artistas latinoamericanos han sabido dar cuenta
no sólo de la tecnologización en la era de la informática
sino también, y fundamentalmente, de cómo esta dinámica de
cambios científicos, técnicos y sociales es imaginada en su
dimensión glocal. [10]
Máquinas semióticas
“El artista de la era de las máquinas es, como el hombre de
ciencia, un inventor de formas y procedimientos; él reencauza
permanentemente las formas fijas, las finalidades programadas,
la utilización rutinaria, para que el patrón esté siempre
interrogado y las finalidades bajo sospecha.” Arlindo Machado
Si bien las operaciones de reinscripción de las NTIC en el
campo del arte deben ser rastreadas en el reencauzamiento
operado por los artistas a partir de las distintas actitudes
críticas observables en sus prácticas y sus discursos, la
indagatoria debería hacer centro en la productividad de efectos
de sentido antes que en la productividad programada del medio
o del instrumento tecnológico con el que operan.
Las máquinas de producción simbólica tales como las de visión,
audición y procesamiento automático de información han mutado
en la contemporaneidad en progresión geométrica; y para alegría
de muchos o para pesares de otros, seguirán haciéndolo. Entonces,
si prestamos atención a la relación de feedback que se ha
establecido entre estas máquinas semióticas [11]
y los artistas, y por extensión al conjunto de obras producidas
en el marco de las poéticas tecnológicas, se puede aseverar
en solidaridad analítica con los planteos del teórico brasilero
Arlindo Machado que “las máquinas mutan en la misma medida
que su repertorio de obras”. [12]
Machado propone, concretamente, que por medio del trabajo
cognitivo, intelectual y operativo-pragmático de algunos artistas
es posible el desvío crítico de las funciones y los usos de
estas tecnologías, como asimismo la subversión de la productividad
programada por la industria militar y/o civil, o la contravención
a las normas de su utilización rutinaria, e incluso, la puesta
en cuestión de los patrones o moldes estereotipados por la
tecnocultura informática.
Se puede comprobar que en los últimos veinte años los artistas
latinoamericanos han venido incorporando distintos medios
tecnológicos electrónicos/digitales para la producción de
obra, entre ellos, cámaras de video, de vigilancia, videoteléfonos,
telefonía móvil e, inclusive, sistemas satelitales como el
GPS (Global Positioning System). Ya la imagen electrónica
y el video analógico se habían convertido, desde su aparición
en los años 60, en medio y al mismo tiempo soporte de mensajes
artístico. Se puede acreditar, asimismo, la utilización de
toda clase de sensores -de movimiento, presencia, temperatura,
táctiles- y la asistencia con computadoras y microprocesadores
de datos para crear distintos tipos de interfaces –la lista
puede llegar a ser bastante amplia. Si bien la mayoría de
los países del cono sur no son productores de tecnología de
punta los artistas han sabido re-direccionar las tecnologías
disponibles adaptándolas o transformándolas, fortaleciendo
en muchos casos la dimensión creativa antes que la conservadora.
Aunque existen numerosos ejemplos de obras realizadas con
intermediación high tech y low tech en América Latina [13],
me interesa puntualizar aquí uno de los casos más paradigmáticos
dentro del campo de las poéticas tecnológicas latinoamericanas.
Se trata del proyecto de experimentación multisensorial OP_ERA
de Rejane Cantoni y Daniela Kutschat (Brasil) [14].
¿Por qué resulta de interés? Porque en él se experimenta con
perceptos y conceptos de espacio. Cantoni y Kutschat trabajan
con modelos de espacios tanto científicos como artísticos
procurando formas alternativas de cognición y percepción espacial.
Se trata de un work in process en formato expositivo de instalación,
la cual está diseñada como ambiente inmersivo e interactivo.
Es en sí una “caverna virtual” que cuenta con distintos niveles
de complejidad tecnológico y discursivo. Un “híbrido de espacio
de datos y espacio físico” donde el visitante-interactor,
en relación siempre simbiótica con la computadora (máquina
semiótica por excelencia) y a través de distintas interfaces
(garantes de esta simbiosis) logra agenciarse del espacio
por medio de prótesis sensoriales. En este tipo de proyectos
el espectador-interactor está integrado/incluido en la obra,
ya que su cuerpo está expandido o interfaceado -como proponen
sus autoras- gracias a dispositivos protésicos hápticos y
visuales -guantes de data y cascos de realidad virtual-. Y
a medida que el espacio se torna más complejo, debido a la
arquitectura lógica-matemática puesta en obra, las relaciones
de presencia y de espacialidad del interactor humano se vuelven
mayores [15].
Ahora bien, y en relación a obras realizadas con intermediación
de tecnología high y low, nunca está de más insistir en la
idea desarrollada por Machado de que el trabajo creador del
artista en la era de las TICs se diferencia bastante del mero
“operador de máquinas”, pues los artistas que realmente producen
diferencia son los que no se someten a la lógica de la herramienta
-software y hardware- sino los que, al contrario, tuercen
los medios y los modos que la industria tecnológica ha dispuesto
para los artefactos, sus usos y apropiaciones. Va de suyo
que, para que esto acontezca, es necesario que confluyan ciertas
voluntades: la voluntad de algunos artistas de operar con
tecnología high o low, la conformidad de cientistas y/o tecnólogos
de una interacción cooperante con los artistas, y la disposición
de todos ellos de trabajar en espacios liminares -de pasajes,
intermedios- donde se prescinda de roles sociales prescritos.
OP_ERA es un ejemplo bastante elocuente.
En un sentido menos complejo a nivel tecnológico, aunque emparentado
en su finalidad estética-crítica con el caso anterior, puede
situarse la obra SMS de Javier Juárez (Argentina) [16].
Se trata de una instalación low tech que consiste en tres
pequeños displays LCD para telefonía pública donde se visualizan
una serie de textos reproducidos por microcontroladores [17].
Estos textos fueron, en sus orígenes, mensajes “reales” enviados
por telefonía móvil entre el autor de la obra y tres mujeres
que tienen en común llamarse María.
Ahora bien, y antes de avanzar, ¿por qué digo que se vinculan
ambas obras? Por dos motivos interrelacionados entre sí. Uno,
porque en estos trabajos se usan dispositivos tecnológicos
electrónicos/digitales de control de datos (en el primer caso
más complejo, en el segundo casi de tecnología de descarte).
El otro, porque dicho dispositivo opera en las obras no sólo
regulando la lógica técnica de éstas sino también, y al mismo
tiempo, vehiculando su thelos estético. Dicho de modo más
simple, la tecnología digital funciona aquí no sólo de mediador
operativo -como un útil- sino, además, como elemento articulador
de mensajes simbólicos. Lo explicaré brevemente.
Si tuviera que situar las inteligentes operaciones irónicas
de Javier Juárez en algún espacio de identificación subjetiva
las ubicaría entre un Jack-el-destripador-de-tecnología y
un spoiler [18]. ¿Y esto
por qué? O más bien ¿qué estaría siendo destripado-estropeado
por el modus operandi de Juárez y cómo se articularía esto
con el modus significandi? Volvamos, pues, a la instalación.
En ella se podía observar a simple vista unos dispositivos
tecnológicos sin sus carcasas y una red de pequeños cables
que interconectaban todo el sistema. Al acercarse el espectador,
podía percibir unas placas con tres pequeñas pantallas donde
se dejaban leer textos breves que inducían a pensar que se
trataba de mensajes enviados entre varias personas. A mayor
atención, el espectador se daba cuenta de que los textos iban
cambiando, y que su dinámica de cambio tanto como su espacio
de enunciación (displays LCD) se podían relacionar, por contigüidad,
con los servicios de mensajes cortos (sms o Short Message
Service) de la telefonía móvil (que por otra parte es el título
de la obra).
Ahora bien, viremos de nuevo el enfoque hacia la pregunta
pendiente: ¿Qué estaría siendo estropeado-destripado por el
modus operandi de Juárez? A mi entender, el procedimiento-Juárez
deja expuestas las entrañas de un tipo de tecnología que es
la que hace posible la comunicación al instante. La pregunta
siguiente sería: ¿las expone así para qué, cuál es la finalidad?
Tiendo a pensar que la finalidad última es desviscerar el
proceso social de aceptación de la telefonía móvil. Digo esto
porque queda expuesto, en el mismo movimiento, la existencia
de un status de la información de los sms que oscilaría entre
dos polos opuestos: uno, del orden del secreto (mensajes privados,
cifrados, íntimos), y el otro, del orden de lo público (exceso
de mensajes, libre circulación de la información, pantallización
de todos los contenidos).
En esta obra, se utiliza la tecnología (informática, optoelectrónica,
microelectrónica, comunicacional) no tanto para hacernos ver
su funcionamiento desde el interior (lleno de microchips y
placas de silicio) sino para hacernos pensar a los espectadores
menos en los outputs (o productos) de la tecnología que en
la función social y en la dimensión ideológica de ésta. Un
microcontrolador, en una obra de este tipo, no opera solamente
como articulador eficaz de un dispositivo técnico, actúa,
también, articulando el sentido de otra relación: la de los
sujetos con las tecnologías, la de los sujetos con los sujetos,
la de la comunicación instantánea entre sujetos. Tampoco los
displays LCD funcionan aquí como meros dispositivos de salida
que comunican información del sistema al mundo exterior: son
el lugar de enunciación de los mensajes, aunque también son
espacios del código (0s y 1s que permiten el acceso o el rechazo
a la información).
En conjunto, la eficacia simbólica de SMS radica en que es
una de esas obras instalacionales que tienen la cualidad de
abismar al espectador. Y éste es un punto de inflexión de
las instalaciones que a mí, particularmente, me interesa analizar.
La situación de abismar tiene que ver, en este contexto, con
el estado de zozobra o de naufragio (del sentido), aunque
también de vértigo, que experimenta el espectador frente a
una obra de esta naturaleza.
Lo cierto es que, en el espectro amplio y complejo de las
obras instalacionales, algunas de ellas pueden parecer por
contigüidad a una ambientación, otras a algún tipo de escultura
o de objetualismos conceptuales y muchas, quizás, a una puesta
en escena. Pero si algo tiene que ver SMS con un montaje de
escena, ese algo se ubica más bien en la dimensión de puesta-en-abismo-de-una-escena
(como cuando dentro de una obra de teatro se representa una
obra de teatro) [19]. Opino
que lo más interesante aquí no es la puesta en escena de una
experiencia íntima de Juárez en relación a sus mensajes de
textos. Por el contrario, lo sugestivo de esta obra, es la
puesta en abismo de una escena del mundo contemporáneo: aquella
de los espacios acelerados de la comunicación y el consumo,
donde el lazo social, si llegara a concretarse, acontecería
mediante enlaces instantáneos, vínculos pasajeros o relaciones
intermediadas por pantallas. De ahí, el “efecto” de no lugar
que la obra propicia.
Cabe puntualizar por último que, desde el punto de vista antropológico,
Marc Augé define el lugar como un espacio en donde se pueden
leer la identidad, la relación y la historia. En oposición,
propone llamar no lugares a los espacios donde esta lectura
ya no es posible. Se trata de espacios de anonimato –cada
día más numerosos- donde circulan aceleradamente personas
y bienes, a saber: espacios de circulación (autopistas, áreas
de servicios en los aeropuertos, vías aéreas, entre otros);
espacios de consumo (super e hipermercados, cadenas hoteleras,
centros de compra) y espacios de la comunicación (pantallas,
cables, ondas con apariencia a veces inmateriales) [20].
Es en el marco de este contexto que se puede afirmar que el
espectador de SMS se abisma, ya que en los no lugares de la
contemporaneidad la soledad del individuo se experimenta como
exceso de individualidad, de soledad, o de vacío, y eso, en
definitiva, produce un vértigo que se torna insoportable.
La obra de Juárez nos instala, definitivamente, de cara a
la soledad vertiginosa que toca lo fantasmático.
Como primera conclusión provisional, se podría puntualizar
que ante la creciente convergencia tecnológica que caracteriza
a la era informacional, y de cara a los múltiples procesos
generativos de obras intermediadas por máquinas semióticas
vinculadas a las tecnologías de la información y la comunicación,
la praxis artística antes que irreflexiva y reproductora de
estereotipias ha devenido subversiva y productora de diferencias,
pues el contenido conceptual de las poéticas tecnológicas
ensayadas en las escenas locales no cesa de divergir de los
parámetros institucionalizados por la industria tecnológica
y el propio sistema del arte.
Visibilidad y miradas
El rápido desplazamiento hacia la digitalización de todo tipo
de información en los últimos veinte años está vinculado directamente,
como ya puntualicé, a una revolución en el campo de la electrónica
y la informática. La dinámica de desenvolvimiento de este
proceso ha producido, y sigue produciendo, cambios multidimensionales
y significativos a nivel cultural. Pero no basta hoy, creo,
con comprender solamente la diferencia crucial entre átomos
y bits -como sugirió Nicholas Negroponte a mediado de los
’90- para tener una idea acabada de los cambios operados en
la cultura sino, más bien, debemos avanzar algunos pasos e
intentar entender y desentrañar, más allá de las cuestiones
técnicas-instrumentales y comerciales, cómo la compresión
de datos de toda la información disponible por medio de la
informática se impone como “una formidable ‘palanca cultural’
capaz de reorganizar radicalmente según su propia lógica […]
toda la topología social, material y semántica” como acertadamente
propone Alain Renaud [21].
Pareciera ser que en este nuevo régimen de visibilidad todo
estaría disponible para ser digitalizado y tratado de manera
automática según la lógica informática de modelización, cálculo
o simulación. Pero al mismo tiempo, esta configuración cultural
pareciera permitir que todo se abra a la mirada para ser visto
sin veladuras, propiciando una visibilidad sin límites de
omnivoyeur.
Ahora bien, este bosquejo sintético sobre la visibilidad no
intenta impugnar la producción de imágenes de ningún tipo
sino reorientar el enfoque hacia el régimen de la mirada en
la contemporaneidad, pues me interesa proponer, antes de concluir,
que en el campo del arte, particularmente, este exceso de
visibilidad propicia un goce excesivo de la mirada, y que
este epifenómeno se manifiesta no tanto hacia el exterior
del campo artístico sino paradójicamente hacia el interior
del mismo.
Las instituciones del arte, y algunos agentes de esta institución,
han generado en los artistas la compulsión de permanecer siempre
visibles -y con su producción de imágenes a cuesta- en el
centro de la escena, ofreciéndose en sacrificio, muchas veces,
a miradas devoradoras. Todos desean estar bajo el cenit para
ser mirados (por el curador, el coleccionista, el galerista,
el jurado de selección para una clínica o un workshop, etc.)
cueste lo que cueste, incluso sin oponer límites a ese goce
excesivo. No me estoy refiriendo a la carencia de mirada subjetivante
(el sujeto mira que es mirado por Otro) sino a la falta de
límite de la mirada: algo que impida que el sujeto sea devorado
por el goce escópico del Otro (como acontece, por ejemplo,
con el fenómeno cultural de Gran Hermano).
El ejemplo no es arbitrario ni antojadizo ya que efectivamente
durante 2009 el canal cultural Film & Arts promovió la serie
Art Star, con formato de reality show, la cual daba cuenta
de modo ostensible lo que acontece en el mundo del arte [22].
Digo ostensible porque lo que antes era a puertas cerradas
ahora se pantalliza, y muestra de modo ejemplar uno de los
rasgos más perversos y paradójicos del mundo del arte en la
actualidad: la compulsión a la visibilidad plena que termina
entrampando a los artistas en un dispositivo perverso de plus
de goce con el poder. He debatido esta cuestión de exceso
de visibilidad con algunos artistas y teóricos, pero debo
reconocer que el único que tuvo una escucha interesada a mi
planteo y supo ayudarme a pensar sobre este tema fue el crítico
y curador chileno Justo Pastor Mellado.
Pues bien, cuando Mellado habla de escena del arte y escena
de producción de obra hace hincapié insistentemente en el
“valor protocolar”, argumentando que hay escena “cuando hay
protocolo”, es decir, “cuando nos ajustamos a un procedimiento
y, por lo tanto, a un sistema de restricción”. El arte no
es libre -asevera Mellado- “el arte es siempre restricción”.
Sostiene, incluso, que “el capital simbólico de un artista
es un inventario de protocolo”. En este marco de referencia
ya es posible pensar que en la escena artística contemporánea
“algunos, los que miran y los que son mirados, si se dejan
manejar por la voracidad de miradas sin restricción es porque
no respetan ningún valor de protocolo, menos aún de la mirada”.
Esta dimensión protocolar de la mirada -ideológica si se quiere-
me permite reinscribir las escenas del arte contemporáneo
en un marco de formalidades antes éticas que estéticas, y
me da permiso a pensar que frente al deseo de hipervisibilidad
tan afín al mundo contemporáneo es posible oponer la mirada
y la palabra articuladora del pensamiento crítico.
Notas
1] CASTELLS, Manuel, La era
de la información. Economía, sociedad y cultura. La sociedad
red, Vol. I, México DF, Siglo XXI, 2000.
2] Cfr. AUGÉ, Marc, Los no
lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad,
Barcelona, Gedisa, 1993.
3] CASTELLS, M., Op. Cit.,
pp. 27 - 30.
4] Ibíd., pp. 56 -57.
5] Ibíd., p. 56.
6] CASTELLS, M., Op. Cit.,
p.56.
7] AUGÉ, M., Op. Cit., pp.
36 -41.
8] Ibíd., pp. 42 – 43. La
cita no es textual ya que combina proposiciones del libro
de referencia y de entrevistas al autor publicadas en Internet.
9] Conceptos y categoría
usada por distintos autores, entre ellos, Zigmunt Bauman,
Scott Lash y Paul Virilio.
10] Glocal: concepto que
nace de la mixtura de los términos global y local. Neologismo
usado por teóricos del campo de la sociología como Ulrich
Beck, Roland Robertson, Scott Lash y Zigmunt Bauman, entre
otros, y que se ha extendido hacia otros campos disciplinares.
11] Las “máquinas semióticas”
son aquellas dedicadas prioritariamente a tareas de representación.
Cfr., MACHADO, Arlindo. Máquina e imaginário. O desafio das
poéticas tecnológicas, São Paulo, Editora da Universidade
de São Paulo, 1993, p. 34 [Todas las citas consideradas en
este ensayo son traducciones mías]
12] Cfr. MACHADO, A., Op.
Cit., p. 15.
13] Entre los artistas argentinos
me interesa destacar a Marta Minujín, Gustavo Romano, Marcelo
Mercado, Iván Marino, Silvia Rivas y Mariela Yeregui.
14] OP_ERA, Rejane Cantoni/Daniela
Kutschat, Brasil, 2001-2005. [En línea]. Disponible en: https://www.op-era.com/index_port.htm.
15] Para mayor información
se puede consultar el catálogo OP_ERA. El cuerpo como interfase,
Cantoni, R. y Kutschat, D., Buenos Aires, Espacio Fundación
Telefónica, 2007.
16] SMS, Instalación, Javier
Juárez. Instalación montada para el Cultural Chandón, Museo
Provincial de Bellas Artes Timoteo Navarro, Tucumán, Argentina,
2005.
17] Un microcontrolador
puede ser descrito, básicamente, como un sistema con microprocesador
que incluye la unidad central de proceso CPU, la memoria,
el clock, la unidad de entrada/salida E/S y otros módulos
en un solo circuito integrado. Los dispositivos de entrada
proporcionan información del mundo exterior al sistema (los
sistemas con microcontrolador usan dispositivos de entrada
simples como pequeños teclados); los dispositivos de salida
son los que comunican la información o acciones del sistema
al mundo exterior (los microcontroladores usan dispositivos
de salida simples como LEDs, relés, displays LCD, entre otros).
La unidad de E/S se encarga de adaptar los tiempos y los niveles
de tensión entre los periféricos y la unidad central de proceso.
18] Un spoiler es algo así
como un aguafiestas (destripacuentos, estropeador) que anticipa
o adelanta el final de un chiste, película, video juego o
novela, arruinando el disfrute del resto de la audiencia.
19] Sobre este tema me he
explayado en otros ensayos. Se puede consultar GARCÍA, Ana
C. “Björn Melhus: el clonante”, en LA FERLA, Jorge (Comp.).
Arte y Medios Audiovisuales. Un estado de Situación. Documental,
Cine, Video, TV, Telemática, Nuevos Medios, Bs. As., ED. Aurelia
Rivera /Nueva Librería, 2007; GARCÍA, Ana C. “Locus et corpus”,
en La Ferla (Comp.), Carlos Trilnick, Bogotá, PEI –Programa
de Estudios Internacionales / EFT –Espacio Fundación Telefónica
/ CCPER – Centro Cultural Parque España de Rosario, ED. Pontificia
Universidad Javeriana, 2007.
20] “Estos no lugares se
yuxtaponen, se encajan y por eso tienden a parecerse: los
aeropuertos se parecen a los supermercados, miramos la televisión
en los aviones, escuchamos las noticias llenando el depósito
de nuestro coche en las gasolineras que se parecen, cada vez
más, también a los supermercados. Mi tarjeta de crédito me
proporciona puntos que puedo convertir en billetes de avión,
etc. En la soledad de los no lugares puedo sentirme un instante
liberado del peso de las relaciones, en el caso de haber olvidado
el teléfono móvil.” Cfr. AUGÉ, Marc. Sobremodernidad. Del
mundo de hoy al mundo de mañana. [En línea]. Disponible en:
https://www.ddooss.org/articulos/textos/Marc_Auge.htm.
21] Cfr. Renaud, Alain,
“Comprender la Imagen hoy. Nuevas Imágenes, nuevo régimen
de lo Visible, nuevo Imaginario”, en VV. AA., Videoculturas
de fin de siglo, Madrid, Cátedra, 1990.
22] “Seleccionados de una
convocatoria abierta a la que acudieron 400 candidatos, 8
artistas participan en una exposición grupal en la Galería
de Arte Neoyorquina Deitch Projects, y el ganador del programa
será acreedor de una exposición individual en la Galería.
El programa registra a los artistas seleccionados mientras
interactúan con destacados críticos, curadores, coleccionistas,
y artistas en Nueva York, a la par de que realizan nuevas
obras como parte de la exposición colectiva. El reconocido
coleccionista y curador Jeffrey Deitch es el conductor de
este reality show.” [En línea] Disponible en: https://www.filmandarts.tv/Peliculas.aspx?Pelicula=ACNPC7nwXXK64C
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